Moonage daydream: viaje metafísico hacia el presente a través de las ideas futuristas que habíamos elaborado en el pasado. Para la colección de alta costura primavera-verano 2015, Raf Simons, director artístico de Christian Dior, regresa a la época en que la conquista espacial y la ciencia ficción enriquecían a una sociedad, a una cultura pop y a una moda con posibilidades infinitas.
"Durante muchos años, yo me imaginaba el futuro con un rechazo absoluto a toda nostalgia de lo ya vivido. Pero el pasado también puede ser algo bello", explica Raf Simons. "Esta colección es una mezcla del encanto de los años 50 del siglo pasado, del aspecto experimental de los años 60 y de la liberación de los años 70, tanto en su realización como en su actitud. Pero yo quería, fundamentalmente, expresar algo que tenga sentido ahora, visto desde la perspectiva actual; quería para la alta costura y para las mujeres una visión más salvaje, más sexual, más extraña y sin duda más liberada".
Como una fusión alucinógena de la imaginación, las épocas se reúnen; tradición y experimentación se mezclan, dando lugar a nuevos materiales y a nuevas técnicas. La excelencia de los talleres de alta costura se expande aquí hacia nuevos límites, y los vestigios de la historia se adivinan en las prendas en guipur ampliamente bordadas con lentejuelas, y en los vestidos tubo, los chalecos y los abrigos recubiertos de plástico con estampas fotográficas. Los complejos plisados aplicados -una increíble proeza técnica- ponen de manifiesto esta idea de ornamento convertido en arquitectura, mientras que los nuevos sistemas de cierre en charol cumplen la función tanto de estructurar como de adornar la silueta. Los monos bordados con rosas azul marino como cuerpos tatuados o tejidos de punto gráfico se comportan como una segunda piel, como si fueran botas en vinilo de colores vivos.
La tan característica "mujer-flor" de Dior aparece aquí metamorfoseada y liberada. Adquiere un carácter extraño, futurista, gráfico y resuelto, en sus encajes incrustados, sus monos que parecen tatuados y sus estampas de capullos hiperrealistas. Es, al mismo tiempo, una mujer ataviada de manera deliciosa y extrañamente sorprendente, en su decorado octogonal recubierto de espejos.
"Quería dar una impresión de sobrecarga sensorial, tanto en la colección como en la decoración", explica Raf Simons. "Algo incrustado, adornado de manera extrema, gracias a los colores vivos y la sensualidad de las prendas, con una estructura arquitectónica y un interior en el que nos sentiríamos desorientados; un lugar en el que no sabríamos decir dónde nos encontramos ni en qué época".
"Durante muchos años, yo me imaginaba el futuro con un rechazo absoluto a toda nostalgia de lo ya vivido. Pero el pasado también puede ser algo bello", explica Raf Simons. "Esta colección es una mezcla del encanto de los años 50 del siglo pasado, del aspecto experimental de los años 60 y de la liberación de los años 70, tanto en su realización como en su actitud. Pero yo quería, fundamentalmente, expresar algo que tenga sentido ahora, visto desde la perspectiva actual; quería para la alta costura y para las mujeres una visión más salvaje, más sexual, más extraña y sin duda más liberada".
Como una fusión alucinógena de la imaginación, las épocas se reúnen; tradición y experimentación se mezclan, dando lugar a nuevos materiales y a nuevas técnicas. La excelencia de los talleres de alta costura se expande aquí hacia nuevos límites, y los vestigios de la historia se adivinan en las prendas en guipur ampliamente bordadas con lentejuelas, y en los vestidos tubo, los chalecos y los abrigos recubiertos de plástico con estampas fotográficas. Los complejos plisados aplicados -una increíble proeza técnica- ponen de manifiesto esta idea de ornamento convertido en arquitectura, mientras que los nuevos sistemas de cierre en charol cumplen la función tanto de estructurar como de adornar la silueta. Los monos bordados con rosas azul marino como cuerpos tatuados o tejidos de punto gráfico se comportan como una segunda piel, como si fueran botas en vinilo de colores vivos.
La tan característica "mujer-flor" de Dior aparece aquí metamorfoseada y liberada. Adquiere un carácter extraño, futurista, gráfico y resuelto, en sus encajes incrustados, sus monos que parecen tatuados y sus estampas de capullos hiperrealistas. Es, al mismo tiempo, una mujer ataviada de manera deliciosa y extrañamente sorprendente, en su decorado octogonal recubierto de espejos.
"Quería dar una impresión de sobrecarga sensorial, tanto en la colección como en la decoración", explica Raf Simons. "Algo incrustado, adornado de manera extrema, gracias a los colores vivos y la sensualidad de las prendas, con una estructura arquitectónica y un interior en el que nos sentiríamos desorientados; un lugar en el que no sabríamos decir dónde nos encontramos ni en qué época".
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