LA NUBE - Estreno - Entrevista con el director de la película Just Philippot


El próximo 9 de abril tendrá su estreno en España la película francesa de genero fantástico LA NUBE, opera prima de Just Philippot, protagonizada por Suliane Brahim, Sofian Khammes, Marie Narbonne y Raphael Romand. El filme recibió el Premio Especial del Jurado y el Premio a Mejor actriz para Suliane Brahim en el pasado Festival de Sitges 2020.

LA NUBE nos presenta a Virginie, una mujer a la que le resulta difícil conciliar su vida de agricultora con la de madre soltera. Para sacar a su familia adelante y evitar la quiebra de su granja, se entrega en cuerpo y alma a la cría de saltamontes comestibles. Poco a poco, Virginie empieza a desarrollar un extraño vínculo obsesivo con sus saltamontes: ni sus hijos son capaces ya de reconocerla.
 
A partir de un guión de Jérôme Genevray y Franck Victor, en LA NUBE su director, Just Philippot, combina el cine de autor y el cine de género fantástico para hacer un retrato de una madre que se sacrifica para tratar de salvar a sus hijos. La película fue seleccionada para la Semana Internacional de la Crítica en el Festival de Cine de Cannes 2020, cancelada debido a la pandemia de COVID-19.
 
Nacido en 1982, en la región de París, Just Philippot termina un máster de cine en la Facultad de París VIII en 2007. Guionista y director, es el autor de cuatro cortometrajes, entre ellos "Ses Souffles" y "Acide", preseleccionados para los premios César. LA NUBE es su primer largometraje.
 

Entrevista con el director de la película Just Philippot.

¿Qué le ha gustado del guion de La nube?

Lo que me ha interesado de esta historia es que se trata de una película de hoy, una película que, a través de su dimensión fantástica, habla de nosotros de manera directa, del gran desequilibrio que afecta al mundo y, en concreto, a la agricultura. Este desequilibrio en esencia está ligado a una causa: la de producir más barato. Todo comienza cuando Virginie comprende que hay que dar algo más a los saltamontes. No son ni pesticidas ni comida: es una parte de sí misma. Al entregarse por completo a esa producción ella hace que su rendimiento salte por los aires. Desde ese momento, se pone en marcha un terrible engranaje cuya salida no puede sino ser violenta.

¿Por qué Virginie no es consciente de este sacrificio?

No es consciente porque tiene toda la razón del mundo para hacerlo. Tiene que alimentar a su familia, tiene que pagar el colegio, tiene que pagar el alquiler... Ella está sola, tiene ganas de triunfar. No se da cuenta del sacrificio porque lo está haciendo por los demás. Y, además, desea demostrar que la cría de insectos comestibles es la agricultura del mañana.

¿No hay una paradoja en que esta agricultura del futuro, con esos saltamontes hiperproteicos, la conduzca a los mismos resultados que la agricultura del pasado? 
 
Incluso diría que ese es el motivo central de la cinta. En teoría ella es una pionera en una industrialización que parece ser una agricultura limpia, pues necesita muy pocos recursos y medios para poder subsistir. En verdad, estamos en un sistema que no ha cambiado. El producto, al ser de buena calidad, es demasiado caro para su venta. Por lo tanto, hay que conocer bien los costes de producción y los precios de venta. Es esta carrera para conseguir un pequeño margen de beneficios, un beneficio barato, lo que provoca que esta mujer se adentre en ese engranaje. Un engranaje que ella nunca había considerado porque, de manera lógica en sus actos, sus gestos y el tiempo que le dedicaba al trabajo.

Puesto que, desde este punto de vista, el filme es muy realista, se trata más de un filme de anticipación que de ciencia ficción...
 
No podía permitirme hacer que el realismo se orientara hacia lo fantástico de una manera muy forzada. Me apetecía que los saltamontes mutantes estuvieran cercanos a algo más real, más corriente. Volverme a centrar en un mecanismo de gestos y de trabajo, y poner a prueba a un personaje a lo largo de una jornada que no termina nunca. Lo fantástico aflora porque la sangre de Virginie cambia el metabolismo de los saltamontes: literalmente es como si los dopara con su sangre. Pero ese elemento fantástico está unido a la realidad porque esa sangre es, de hecho, una anfetamina, lo mismo que se alimenta y se cría a los pollos de forma intensiva, hasta engendrar, muy rápido, una serie de catástrofes. En efecto, es una especie de película de catástrofes.

¿Más que una película fantástica?

Sí, porque el centro de la cinta es esta mujer que no deja de entregarse, de sacrificarse como si fuera lo más normal del mundo. El filme comienza como si fuera un thriller agrícola; después, una vez pasado el límite, llegamos a un punto de no retorno y la película entra de lleno en el género de catástrofes.

¿Cómo es rodar con saltamontes?
Es gracioso, porque a mí los saltamontes no me daban miedo. Me repugnan, como a casi todo el mundo, las arañas, las serpientes..., ese tipo de insectos o de reptiles. Lo que me interesó de los saltamontes fue el motivo de la nube, la cantidad más que el propio insecto: la forma de esa nube, de ese enjambre, de esa masa indomable. En sí misma esta se convirtió en un personaje. Construimos un criadero de saltamontes expresamente para la película. El criador compró mil saltamontes que pusieron huevos, lo que hizo que su número se triplicara o cuadriplicara y así sucesivamente... Un saltamontes adulto solamente vive unas semanas, por lo que tuvimos que establecer turnos para preservar la distancia entre los que habían puesto huevos y los que habían crecido. Para hablar de una manera precisa, para los conocedores del tema, he de decir que los nuestros no eran saltamontes, sino langostas migratorias. Se trata de un insecto que se puede comprar en las tiendas de animales, a diferencia de los saltamontes

Este es un largometraje con efectos especiales muy diferentes: los efectos hechos en el plató, los de maquillaje y los digitales. ¿Supuso esto un desafío para la dirección del filme?

El equilibrio de los efectos especiales es a veces complicado ya que no tienen por qué funcionar bien juntos. Sobre todo, me refiero a la escena del despertador de Virginie, cuando se ha hecho una herida en el brazo y los saltamontes le van a chupar la sangre. En esa escena tenemos tres tipos de efectos que plantean tres cuestiones diferentes. En primer lugar, el efecto de la herida: ¿qué tipo de herida y cuánta sangre? Después, el efecto de los saltamontes, que plantea dos cuestiones: ¿cuántos saltamontes reales le colocamos en el brazo?, ¿cuántos saltamontes digitales tenemos que añadir en el criadero? Esta mezcla de imágenes de diferente naturaleza y de retos técnicos en un espacio de tiempo reducido es una ecuación compleja de resolver. Otro ejemplo: la secuencia del lago. Disponíamos de una sencilla barca para componer varias escenas de acción en torno a una nube de saltamontes virtuales que atacan. Este tipo de escenas no las puedes improvisar en el rodaje: es una escena que es pura «puesta en escena» (el cuadro, la iluminación, el fondo verde...) desde el momento en que escribes el guion. La delicadeza de la actuación del actor se convierte entonces en un auténtico desafío. Pero he de admitir que Suliane, Sofian y los niños salieron muy bien parados. 



Los efectos son muy realistas, están totalmente integrados en la trama...
 
El supervisor de los VFX [efectos visuales], Antoine Moulineau, enseguida comprendió que lo que yo quería era algo sobrio y así evitar hacer un espectáculo por el mero espectáculo. Por eso diseminamos los efectos a lo largo de toda la película, para que lo espectacular del final no fuera desproporcionado con respecto al resto del filme. La historia que quería contar era, ante todo, la de una familia. Lo fantástico solamente debía aparecer en primer plano como último resorte. Diría incluso que trabajamos para que lo fantástico reforzara el realismo del filme: cuando los saltamontes se beben la sangre de Virginie, ¿la están mordiendo?, ¿provocan eccemas?, ¿la piel está en carne viva o como quemada? Nos preocupamos de responder de un modo verosímil a estas preguntas para no romper la apariencia de «documental rural» de la película, con esa cámara fluida y rápida lo más cerca posible de los personajes.

¿Podría hablarnos de la elección de los actores y del modo en que los dirigió?

Para el papel protagonista, el de Virginie, quería a alguien inesperado, que no estuviera todavía demasiado identificado, para crear una verdadera sorpresa. Solamente encontré a dos actrices. El perfil de Suliane enseguida me entusiasmó, pues su trayectoria era una síntesis entre el gran público (su papel en la serie televisiva Zone blanche) y el registro de autor (en cuanto miembro de la Comédie-Française). Por lo demás, Suliane mostraba una interpretación muy enérgica y física, que era la que yo necesitaba. En lo que respecta al papel de Karim, al principio el personaje se llamaba Paul... No quería caer en la figura convencional del agricultor en el cine. Quería despistar, por eso decidí que Karim fuera viticultor. Enseguida pensé en Sofian, ya que nuestra colaboración en Acide había sido excelente. Hablo mucho sobre el guion con los actores antes del rodaje. En esa fase, mi trabajo consiste en definir el fondo psicológico del personaje a lo largo de varios años. Hablamos y el actor aporta modificaciones. A continuación, espero de ellos que asuman por completo la responsabilidad de su papel. En el plató soy muy preciso con respecto a los gestos, pero les permito libertad en la actuación. E intento cuidar al máximo los decorados para crear un entorno que funcione bien para el actor. A priori, un criadero de insectos no es muy visual que digamos: los insectos están colocados en cajones que después llevamos a una cámara de esterilización, etcétera. Por eso tuvimos que inventarnos un decorado artificial, para así nutrir la acción y ofrecer a Suliane la posibilidad de afianzar su personaje a través de unos gestos concretos. De ahí proceden las nasas y la sala donde los saltamontes ponen los huevos. Era una manera de mostrar el insecto, de hacer que Suliane manipule unos objetos concretos. En cuanto a los niños, creo que Marie ya es toda una actriz y que posee experiencia. No tuve que dirigirla más que a los demás. Raphaël debía actuar con miedo, así que lo ayudé a canalizar sus emociones para protegerlo. Pero enseguida también se convirtió en un actor con todas las de la ley.

En su cortometraje Acide, ya aparecía una familia que se enfrentaba al cambio climático. Da la impresión de que en sus películas la catástrofe siempre acompaña a las familias.

Pero es que el mundo está ahora en un callejón sin salida... Yo quería construir un filme de autor en torno a un personaje femenino fuerte y humano a pesar de esa abnegación y esa locura que la empujan al sacrificio. Pero la película también trata sobre unos niños que van a hacerse adultos mucho más rápido. La nube es el paso de la infancia a la edad adulta en el espacio de un relato, en un tiempo muy corto. Por más que los padres intenten proteger a sus hijos de la catástrofe, de preservar su infancia, los niños de hoy han de hacerse adultos más rápido y encontrar soluciones.

¿Tuvo presentes algunas películas mientras preparaba La nube?

Estaba un poco perdido, pues era como si intentara mezclar Un héroe singular con Alien. A mi parecer, la referencia más directa es Take Shelter, de Jeff Nichols. Dicho esto, me parecía que el tratamiento del género en un mundo hiperrealista funcionaba muy bien en Un héroe singular. También hay documentales que me gustan mucho, como Anaïs s’en va-t-en guerre: una mujer valiente de 25 años que se embarca en la producción de hierbas, de cilantro, de albahaca... Y la comparan con la alta costura de los aromas. ¡Ella tenía un amor colosal por su trabajo!


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