Los Sonderkommandos eran unidades de trabajo durante la Alemania nazi formadas por prisioneros elegidos por las SS para escoltar a los judíos que llegaban en los nuevos transportes de prisioneros hasta los edificios de las cámaras de gas, donde los obligaban a desvestirse, los tranquilizaban y los hacían entrar en las cámaras de gas. Después, sacaban y quemaban los cadáveres y limpiaban las cámaras. Todo ello debía llevarse a cabo rápidamente, puesto que la llegada de nuevos convoyes con prisioneros era incesante. Auschwitz-Birkenau funcionaba como una fábrica dedicada a producir y eliminar cadáveres a escala industrial.
En el verano de 1944, el campo de concentración funcionaba sin descanso: los historiadores calculan que varios millares de judíos eran asesinados diariamente. Mientras los miembros del Sonderkommando cumplían con su misión, recibían un trato relativamente preferencial. Se les permitía quedarse con la comida que encontraban en los transportes y tenían cierta libertad de movimiento dentro de los límites de su perímetro. No obstante, la tarea que les fue encomendada era extenuante y, cada tres o cuatro meses, las SS los iban eliminando para asegurarse de que no quedaban testigos del exterminio.
En esta cruda realidad nos adentra 'El hijo de Saúl', opera prima del realizador László Nemes. El Gran Premio del Jurado y el Premio FIPRESCI en el festival de Cannes 2015 junto al Globo de Oro y a la nominación al Oscar a Mejor película de habla no inglesa, hacen de esta película húngara el estreno más destacado de este mes de enero en la cartelera española.
'El hijo de Saúl' nos sumerge en el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, para contarnos la historia de Saúl Auslander, interpretado por Géza Röhrig, un prisionero húngaro que trabaja en uno de los hornos crematorios de Auschwitz. Saul es obligado a quemar los cadáveres de los habitantes de su propio pueblo pero, haciendo uso de su moral, trata de salvar de las llamas el cuerpo de un joven muchacho a quien él cree su hijo y buscar un rabino para poder enterrarlo decentemente. Saúl se aleja de los supervivientes y sus planes de rebelión para salvar los restos de un hijo de quien nunca se ocupó cuando aún estaba vivo.
'El hijo de Saúl' es una ambiciosa película producida con un presupuesto de 1,5 millones de euros que introduce al espectador en las tripas del más famoso de los campos de concentración alemanes de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo de la película era tomar un camino completamente diferente al habitual en la realización de dramas históricos, cuya dimensión suele ser muy amplia y cuya narración se caracteriza por presentar múltiples puntos de vista. 'El hijo de Saúl' no narra la historia del Holocausto, simplemente la historia de un hombre atrapado en una situación espantosa, limitado en el espacio y en el tiempo. Dos días en la vida de un hombre que se ve obligado a perder su humanidad y que encuentra la supervivencia moral en el rescate de un cadáver. A lo largo del film seguimos los pasos de Saul, su protagonista, revelándonos unicamente lo que ocurre a su alrededor, creando un espacio fílmico orgánico, de reducidas dimensiones más cercanas a la percepción humana.
El cinematógrafo Mátyás Erdély, el diseñador de producción László Rajk, y su director László Nemes decidieron mucho antes de comenzar a filmar que se limitarían a un dogma: «la película no puede parecer bonita», «la película no puede ser agradable», «no podemos hacer una película de terror», «seguir los pasos de Saúl conlleva no ir más allá de lo que él ve, de lo que oye y de lo que presencia», «la cámara es su compañera, se queda con él durante todo este infierno». Además, querían usar un procesado fílmico y foto químico tradicional de 35mm en todo el proceso. Esa sería la única forma de mantener cierta inestabilidad en las imágenes y, por tanto, de ser capaces de filmar este mundo de manera orgánica. El reto era conseguir tocar la fibra sensible de la audiencia, algo que según su director impide el proceso digital. "Todo ello requería el empleo de una iluminación difusa, industrial y lo más sencilla posible. Asimismo, debíamos grabar todo con la misma lente, de 40 mm, con una proporción restringida, en lugar de con Cinemascope, que ensancha el propio campo de visión. Debíamos permanecer durante toda la película a la altura de los ojos del personaje y seguir sus pasos"
La estrategia visual y narrativa de la película se basó en el uso de una fotografía con poca profundidad de campo, la presencia constante de elementos fuera de plano en la narración de tomas largas y la limitada información tanto visual como basada en hechos a la que tanto el protagonista como el espectador tienen acceso. La película retrata el mundo del campo de concentración de forma fiel, pero los sucesos y lugares en los que aconteció el horror se presentan fragmentados, lo que permite al espectador dar rienda suelta a su imaginación. El espectador no puede evaluar la totalidad del infierno que atraviesa el protagonista, solo puede reconstruirlo parcialmente en su cabeza. El realizador László Nemes no quería convertir a ningún personaje en héroe, no buscaba el punto de vista de un superviviente y tampoco quería mostrar todo, ni demasiado, de esta fábrica de muertes. Lo que buscaba era un punto de vista específico, reducido a la mínima expresión, y contar una historia de la forma más sencilla y arcaica posible. Eligió el punto de vista de un hombre, Saul Ausländer, un judío húngaro, miembro del Sonderkommando, y se mantuvo firme en su propósito: mostrar lo que él ve, ni más menos. No obstante, no se trata de una «visión subjetiva», dado que lo vemos a él como personaje, y tampoco ha querido limitar la película a un enfoque puramente visual, eso para el realizador habría resultado artificial. Los diálogos multilingües en este babel de nacionalidades contribuyen transmitiendo el sentimiento orgánico y continuo de la percepción humana atrapada en medio de toda esta inhumanidad.
En una historia tan oscura como la aquí narrada, también se palpa un gran sentimiento de esperanza: a través de la pérdida total de la integridad, de los valores y de la religión, un hombre comienza a escuchar una débil voz en su interior, que le empuja a realizar una hazaña aparentemente vana e inútil, para terminar encontrando moralidad y un afán de supervivencia en su interior.
El germen de la película lo encontramos en el año 2006 cuando su director László Nemes participaba en el rodaje de la película 'A londoni férfi' (El hombre de Londres) de Béla Tarr y Ágnes Hranitzky en Bastia (Córcega), la grabación se interrumpió durante una semana y, en una librería, László Nemes encontró un libro de testimonios de testigos presenciales, publicado por el museo parisino "Memorial de la Shoa", titulado 'Des voix sous la cendre' (Voces bajo las cenizas), también conocido como 'Los manuscritos de Auschwitz'. Se trata de un libro de textos redactados por los antiguos miembros del Sonderkommando que trabajaban en los campos de exterminio, y enterraron los testimonios que habían escrito antes de la rebelión de 1944. Dichos documentos fueron encontrados años más tarde. En ellos se describían las tareas que realizaban diariamente, la forma en que se organizaba el trabajo y las reglas por las que se regía el campo y por las que se exterminaba a los judíos, así como la manera en que estos últimos se organizaban para oponer cierta resistencia.
En esta cruda realidad nos adentra 'El hijo de Saúl', opera prima del realizador László Nemes. El Gran Premio del Jurado y el Premio FIPRESCI en el festival de Cannes 2015 junto al Globo de Oro y a la nominación al Oscar a Mejor película de habla no inglesa, hacen de esta película húngara el estreno más destacado de este mes de enero en la cartelera española.
'El hijo de Saúl' nos sumerge en el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, para contarnos la historia de Saúl Auslander, interpretado por Géza Röhrig, un prisionero húngaro que trabaja en uno de los hornos crematorios de Auschwitz. Saul es obligado a quemar los cadáveres de los habitantes de su propio pueblo pero, haciendo uso de su moral, trata de salvar de las llamas el cuerpo de un joven muchacho a quien él cree su hijo y buscar un rabino para poder enterrarlo decentemente. Saúl se aleja de los supervivientes y sus planes de rebelión para salvar los restos de un hijo de quien nunca se ocupó cuando aún estaba vivo.
'El hijo de Saúl' es una ambiciosa película producida con un presupuesto de 1,5 millones de euros que introduce al espectador en las tripas del más famoso de los campos de concentración alemanes de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo de la película era tomar un camino completamente diferente al habitual en la realización de dramas históricos, cuya dimensión suele ser muy amplia y cuya narración se caracteriza por presentar múltiples puntos de vista. 'El hijo de Saúl' no narra la historia del Holocausto, simplemente la historia de un hombre atrapado en una situación espantosa, limitado en el espacio y en el tiempo. Dos días en la vida de un hombre que se ve obligado a perder su humanidad y que encuentra la supervivencia moral en el rescate de un cadáver. A lo largo del film seguimos los pasos de Saul, su protagonista, revelándonos unicamente lo que ocurre a su alrededor, creando un espacio fílmico orgánico, de reducidas dimensiones más cercanas a la percepción humana.
El cinematógrafo Mátyás Erdély, el diseñador de producción László Rajk, y su director László Nemes decidieron mucho antes de comenzar a filmar que se limitarían a un dogma: «la película no puede parecer bonita», «la película no puede ser agradable», «no podemos hacer una película de terror», «seguir los pasos de Saúl conlleva no ir más allá de lo que él ve, de lo que oye y de lo que presencia», «la cámara es su compañera, se queda con él durante todo este infierno». Además, querían usar un procesado fílmico y foto químico tradicional de 35mm en todo el proceso. Esa sería la única forma de mantener cierta inestabilidad en las imágenes y, por tanto, de ser capaces de filmar este mundo de manera orgánica. El reto era conseguir tocar la fibra sensible de la audiencia, algo que según su director impide el proceso digital. "Todo ello requería el empleo de una iluminación difusa, industrial y lo más sencilla posible. Asimismo, debíamos grabar todo con la misma lente, de 40 mm, con una proporción restringida, en lugar de con Cinemascope, que ensancha el propio campo de visión. Debíamos permanecer durante toda la película a la altura de los ojos del personaje y seguir sus pasos"
La estrategia visual y narrativa de la película se basó en el uso de una fotografía con poca profundidad de campo, la presencia constante de elementos fuera de plano en la narración de tomas largas y la limitada información tanto visual como basada en hechos a la que tanto el protagonista como el espectador tienen acceso. La película retrata el mundo del campo de concentración de forma fiel, pero los sucesos y lugares en los que aconteció el horror se presentan fragmentados, lo que permite al espectador dar rienda suelta a su imaginación. El espectador no puede evaluar la totalidad del infierno que atraviesa el protagonista, solo puede reconstruirlo parcialmente en su cabeza. El realizador László Nemes no quería convertir a ningún personaje en héroe, no buscaba el punto de vista de un superviviente y tampoco quería mostrar todo, ni demasiado, de esta fábrica de muertes. Lo que buscaba era un punto de vista específico, reducido a la mínima expresión, y contar una historia de la forma más sencilla y arcaica posible. Eligió el punto de vista de un hombre, Saul Ausländer, un judío húngaro, miembro del Sonderkommando, y se mantuvo firme en su propósito: mostrar lo que él ve, ni más menos. No obstante, no se trata de una «visión subjetiva», dado que lo vemos a él como personaje, y tampoco ha querido limitar la película a un enfoque puramente visual, eso para el realizador habría resultado artificial. Los diálogos multilingües en este babel de nacionalidades contribuyen transmitiendo el sentimiento orgánico y continuo de la percepción humana atrapada en medio de toda esta inhumanidad.
En una historia tan oscura como la aquí narrada, también se palpa un gran sentimiento de esperanza: a través de la pérdida total de la integridad, de los valores y de la religión, un hombre comienza a escuchar una débil voz en su interior, que le empuja a realizar una hazaña aparentemente vana e inútil, para terminar encontrando moralidad y un afán de supervivencia en su interior.
El germen de la película lo encontramos en el año 2006 cuando su director László Nemes participaba en el rodaje de la película 'A londoni férfi' (El hombre de Londres) de Béla Tarr y Ágnes Hranitzky en Bastia (Córcega), la grabación se interrumpió durante una semana y, en una librería, László Nemes encontró un libro de testimonios de testigos presenciales, publicado por el museo parisino "Memorial de la Shoa", titulado 'Des voix sous la cendre' (Voces bajo las cenizas), también conocido como 'Los manuscritos de Auschwitz'. Se trata de un libro de textos redactados por los antiguos miembros del Sonderkommando que trabajaban en los campos de exterminio, y enterraron los testimonios que habían escrito antes de la rebelión de 1944. Dichos documentos fueron encontrados años más tarde. En ellos se describían las tareas que realizaban diariamente, la forma en que se organizaba el trabajo y las reglas por las que se regía el campo y por las que se exterminaba a los judíos, así como la manera en que estos últimos se organizaban para oponer cierta resistencia.
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