UN MONSTRUO VIENE A VERME, la película española más esperada del año se estrena el próximo 7 de octubre después de presentarse en Festival de Cine de Toronto y el Festival de Cine de San Sebastian en la Sección Oficial (fuera de concurso). Para ir abriendo boca os dejamos las palabras de su director Juan Antonio Bayona.
Todos tenemos historias. Historias que descubrimos de niños. Historias que relatamos de mayores. Algunas nos ayudan a explicarnos y otras, a entendernos. Pero, ¿qué hace de un relato una buena historia? ¿Qué hace que algunas historias queden grabadas en nuestra mente para siempre?
Le estaba dando vueltas a esas preguntas cuando descubrí “Un monstruo viene a verme”, el libro de Patrick Ness. La novela me impactó, me arrastró de inmediato por su profundidad emocional y psicológica. En ella coincidían algunos temas que ya aparecían en mis anteriores películas, y encontré una profunda reflexión sobre el poder de las historias. Decidí que sería mi siguiente filme. Además de invitarme a contar una historia preciosa, me iba a permitir sumergirme en un trabajo que arrojara luz sobre el sentido último de mi profesión.
Adaptar un libro no es fácil. Tanto los actores como el resto del equipo teníamos que levantar un mundo a la altura del creado por Patrick y del imaginado por los lectores de la novela. Había también un compromiso extra: debíamos pasarle el testigo a los espectadores con la misma responsabilidad con la que Patrick sacó adelante el relato que Siobhan Dowd no pudo finalizar.
La adaptación de “Un monstruo viene a verme” planteaba múltiples retos. El relato de Conor reúne varias tramas que parecen avanzar en distintas direcciones. Pero al final vemos que, en realidad, todas viajan al mismo lugar. El cáncer y el abuso escolar eran dos temas tan grandes que podían apoderarse de la película, por eso teníamos que conseguir que convivieran en un término discreto, sin llevarse por delante el verdadero asunto de la historia.
Patrick Ness, como buen narrador, sabe que no hay nada más poderoso que la verdad, y en esa dirección confluyen todas las aristas del relato. De eso va esta historia. De tener el coraje suficiente para contar la verdad. Conor, el joven protagonista de “Un monstruo viene a verme”, vive atormentado por la suya y sólo podrá aliviar su tormento expresándola.
Otro reto era el contar esta historia desde la mirada de Conor, un niño con una visión sesgada de lo que acontece a su alrededor. “Un monstruo viene a verme” es un relato contado desde las ranuras de una puerta, espiando conversaciones desde la distancia. Patrick hace que parezca sencillo, pero piensen bien en la pirueta que supone escenificar una historia desde ese punto de vista.
Por si fuera poco el desafío, “Un monstruo viene a verme” se mueve entre la realidad y la fantasía. En la película debían convivir cuentos de hadas épicos y trepidantes con las escenas íntimas y dramáticas del mundo de Conor. El trabajo más difícil tuvo lugar en la sala de montaje. Hasta el detalle más insignificante debía encontrar su espacio en la compleja arquitectura de esta historia. Había que conseguir un delicado equilibrio porque el menor error de cálculo podía hacer caer la película como un castillo de naipes.
Mi primer objetivo al afrontar la adaptación de “Un monstruo viene a verme” fue encontrar algo personal que me identificara con Conor. Necesitaba hacer mía la historia. Igual que Conor, debía encontrar mi verdad y desde ahí hacer la película. La clave me la dio el amor que siente Conor por el dibujo, un sentimiento heredado de su madre. Tengo que dar las gracias a Ness por permitirme incorporar en el filme esa dimensión artística, por entender y apoyar lo que intentaba contar con esa decisión.
El dibujo también era una obsesión para mí cuando tenía la edad de Conor. Como él, dibujaba sin parar. Al invocar al monstruo y visualizar los cuentos a través de sus dibujos, el relato cobraba una dimensión aún más profunda. El choque entre el universo artístico de Conor, profundamente libre, y la dura realidad que le rodea remite de alguna manera a la eterna lucha entre la emoción y la razón. Cada personaje ganaba en hondura y trascendencia al introducir el elemento artístico. Pero sobre todo, esa variable me ayudaba a articular el tema del legado, una idea que arroja luz al final de la historia. El amor por el dibujo que Lizzie transmite a su hijo hace que una parte de ella siga viva al final del relato.
Conor es un niño que busca su espacio en un mundo de adultos y, al encontrarlo, se encuentra también con su madre, con el origen de los cuentos y con el monstruo… Eso es lo que somos todos: un compendio de nuestros padres, nuestras historias y nuestros monstruos.
Como se dice en un momento de la película, “las historias son criaturas salvajes”. El mundo en el que vivimos está tocado. Cada vez importa menos la verdad y más las apariencias. Las historias deberían comunicar esa verdad, y esta película es mi homenaje a los narradores, a los creadores, a los artistas en general, porque lo que hacen es importante: nos recuerdan continuamente que el arte puede ayudar a curar e incluso, a veces, a vencer a la muerte.
Todos tenemos historias. Historias que descubrimos de niños. Historias que relatamos de mayores. Algunas nos ayudan a explicarnos y otras, a entendernos. Pero, ¿qué hace de un relato una buena historia? ¿Qué hace que algunas historias queden grabadas en nuestra mente para siempre?
Le estaba dando vueltas a esas preguntas cuando descubrí “Un monstruo viene a verme”, el libro de Patrick Ness. La novela me impactó, me arrastró de inmediato por su profundidad emocional y psicológica. En ella coincidían algunos temas que ya aparecían en mis anteriores películas, y encontré una profunda reflexión sobre el poder de las historias. Decidí que sería mi siguiente filme. Además de invitarme a contar una historia preciosa, me iba a permitir sumergirme en un trabajo que arrojara luz sobre el sentido último de mi profesión.
Adaptar un libro no es fácil. Tanto los actores como el resto del equipo teníamos que levantar un mundo a la altura del creado por Patrick y del imaginado por los lectores de la novela. Había también un compromiso extra: debíamos pasarle el testigo a los espectadores con la misma responsabilidad con la que Patrick sacó adelante el relato que Siobhan Dowd no pudo finalizar.
La adaptación de “Un monstruo viene a verme” planteaba múltiples retos. El relato de Conor reúne varias tramas que parecen avanzar en distintas direcciones. Pero al final vemos que, en realidad, todas viajan al mismo lugar. El cáncer y el abuso escolar eran dos temas tan grandes que podían apoderarse de la película, por eso teníamos que conseguir que convivieran en un término discreto, sin llevarse por delante el verdadero asunto de la historia.
Patrick Ness, como buen narrador, sabe que no hay nada más poderoso que la verdad, y en esa dirección confluyen todas las aristas del relato. De eso va esta historia. De tener el coraje suficiente para contar la verdad. Conor, el joven protagonista de “Un monstruo viene a verme”, vive atormentado por la suya y sólo podrá aliviar su tormento expresándola.
Otro reto era el contar esta historia desde la mirada de Conor, un niño con una visión sesgada de lo que acontece a su alrededor. “Un monstruo viene a verme” es un relato contado desde las ranuras de una puerta, espiando conversaciones desde la distancia. Patrick hace que parezca sencillo, pero piensen bien en la pirueta que supone escenificar una historia desde ese punto de vista.
Por si fuera poco el desafío, “Un monstruo viene a verme” se mueve entre la realidad y la fantasía. En la película debían convivir cuentos de hadas épicos y trepidantes con las escenas íntimas y dramáticas del mundo de Conor. El trabajo más difícil tuvo lugar en la sala de montaje. Hasta el detalle más insignificante debía encontrar su espacio en la compleja arquitectura de esta historia. Había que conseguir un delicado equilibrio porque el menor error de cálculo podía hacer caer la película como un castillo de naipes.
Mi primer objetivo al afrontar la adaptación de “Un monstruo viene a verme” fue encontrar algo personal que me identificara con Conor. Necesitaba hacer mía la historia. Igual que Conor, debía encontrar mi verdad y desde ahí hacer la película. La clave me la dio el amor que siente Conor por el dibujo, un sentimiento heredado de su madre. Tengo que dar las gracias a Ness por permitirme incorporar en el filme esa dimensión artística, por entender y apoyar lo que intentaba contar con esa decisión.
El dibujo también era una obsesión para mí cuando tenía la edad de Conor. Como él, dibujaba sin parar. Al invocar al monstruo y visualizar los cuentos a través de sus dibujos, el relato cobraba una dimensión aún más profunda. El choque entre el universo artístico de Conor, profundamente libre, y la dura realidad que le rodea remite de alguna manera a la eterna lucha entre la emoción y la razón. Cada personaje ganaba en hondura y trascendencia al introducir el elemento artístico. Pero sobre todo, esa variable me ayudaba a articular el tema del legado, una idea que arroja luz al final de la historia. El amor por el dibujo que Lizzie transmite a su hijo hace que una parte de ella siga viva al final del relato.
Conor es un niño que busca su espacio en un mundo de adultos y, al encontrarlo, se encuentra también con su madre, con el origen de los cuentos y con el monstruo… Eso es lo que somos todos: un compendio de nuestros padres, nuestras historias y nuestros monstruos.
Como se dice en un momento de la película, “las historias son criaturas salvajes”. El mundo en el que vivimos está tocado. Cada vez importa menos la verdad y más las apariencias. Las historias deberían comunicar esa verdad, y esta película es mi homenaje a los narradores, a los creadores, a los artistas en general, porque lo que hacen es importante: nos recuerdan continuamente que el arte puede ayudar a curar e incluso, a veces, a vencer a la muerte.
J. A Bayona, director
ENTREVISTA A JUAN ANTONIO BAYONA, DIRECTOR
¿Cómo descubrió la novela de Patrick Ness?
La primera persona que me habló de ella fue Sergio G. Sánchez, guionista de “El orfanato” (2007) y de “Lo imposible” (2012). Me la regaló y, antes de leerla, mi agente de Los Ángeles me envió por correo electrónico el guión basado en ella. Fue entonces cuando decidí leerla y me pareció muy potente, muy emocionante y con muchos temas en común con mis otras películas. Inmediatamente después leí el guión, una adaptación muy fiel que había hecho el propio Patrick Ness, y empecé a considerar la posibilidad de hacer la película.
¿Cuáles eran esos temas que le interesaron y que ya había tratado en otras ocasiones?
Uno era la relación entre madres e hijos, un tema que he abordado en todos mis largometrajes intentando aportar cada vez nuevos enfoques y matices. Otro, la cercanía de la muerte ante una experiencia muy difícil e intensa. Estaba en “El orfanato”, donde la protagonista tenía a su hijo enfermo. Estaba en “Lo imposible”, donde la tragedia envolvía a los personajes. Y está en “Un monstruo viene a verme”, donde el niño protagonista debe hacer frente a la enfermedad terminal de su madre. Y otro tema importante que también está en mis otras películas es la infancia, en concreto la obligación de hacerse mayor a marchas forzadas ante una experiencia que te revuelve y hace que reconsideres tu vida.
Su película habla también del arte de contar historias, reivindica de alguna manera una tradición oral que desgraciadamente se está perdiendo.
Del arte de contar historias y del arte en general. Hay algo de luz en la historia que viene determinado por esa idea de que el arte cura, de que el arte trasciende y es la única cosa que puede vencer a la muerte. Y yo quería vencer a la muerte al final del relato. Quería ir más allá de la historia del niño que pierde a su madre, que ya era una historia muy interesante de por sí.
¿Estuvo Patrick Ness desde el principio de acuerdo con ese cambio?
Sí, sí. Además de un gran escritor, es una persona abierta a sugerencias. Entendió perfectamente que ese paso era importante para la película, que nos permitía explorar, sin dejar de ser muy fieles al libro, una serie de temas interesantes que enriquecían la historia. Con esta película me he propuesto que el espectador vuelva a descubrir el placer de escuchar relatos. “Un monstruo viene a verme” no sólo reflexiona sobre las historias, sino también sobre nuestra necesidad de entender el mundo a través de ellas. Hay algo emocionante en llegar al corazón de esa idea y hacer que el espectador participe de ella, que se emocione viendo a un niño dibujar o descubriendo una película antigua. De hecho, hay una escena en la que Lizzie pone a su hijo en un viejo proyector “King Kong” (King Kong, Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933).
Aunque no es el tema central, “Un monstruo viene a verme” habla del cáncer. ¿Cómo se planteó abordar un tema tan delicado?
La novela ya estaba muy bien documentada, pero hicimos un trabajo riguroso de investigación y nos reunimos con especialistas y con personas que habían sufrido la enfermedad. Algunos de nosotros la habíamos vivido muy de cerca y aportamos también nuestras experiencias personales. Deseábamos abordar el tema con la mayor delicadeza y sensibilidad posible porque somos muy conscientes de que, por desgracia, es una enfermedad que afecta a muchísimas personas. Aun así, creo que es importante subrayar que “Un monstruo viene a verme” no es un filme sobre la enfermedad, sino sobre cómo lidiamos con la pérdida.
Hábleme del personaje de Conor (Lewis MacDougall), el niño protagonista.
Es el personaje más complejo al que me he enfrentado nunca. No sólo porque tenga muchas capas y aristas, sino porque no es un personaje fácil. Conor no es el típico niño encantador, accesible y empático que te seduce con facilidad. Es hermético, tiene la mirada triste y a veces reacciona con agresividad. Entenderle, llegar hasta su corazón y compartir con el espectador nuestra visión del personaje no era tarea sencilla. Por suerte, la extraordinaria interpretación de Lewis MacDougall, el actor que le da vida, nos allanó muchísimo el camino. Vimos a cientos de niños para ese papel, pero cuando le conocimos supimos al instante que él era Conor: su misterio, su mirada, su mezcla de dulzura y dureza. Es un actor inmenso, no tengo palabras para describir lo que hace en “Un monstruo viene a verme”.
¿Por qué decidió contar con Felicity Jones y Sigourney Weaver para dar vida, respectivamente, a la madre y a la abuela del protagonista?
A Felicity Jones la descubrí en “Like Crazy” (Drake Doremus, 2011) y, además de parecerme una actriz extraordinaria, me cautivó la inocencia y la vulnerabilidad que transmitía. Ambas cosas eran perfectas para su personaje en “Un monstruo viene a verme”. Es como un ángel, y tiene una dulzura que me permitía conservar la belleza del personaje de la madre hasta el final, mantener su calidez incluso cuando la enfermedad se cebaba con ella. Felicity es una mujer extraordinaria, y valoro que estuviera tan abierta a probar cosas y jugar en el set porque es algo muy importante cuando ruedas con niños, para los que a veces todo es un juego. En cuanto a Sigourney Weaver, ¿qué puedo decir? Es una actriz magnífica.
¿Qué convertía a Liam Neeson en el actor ideal para encarnar al monstruo?
Todo. No se me ocurre actor con una presencia y una rotundidad en los gestos, en la mirada y en la voz como él. Su trabajo en la película es extraordinario. Ha sabido aportar a nuestra criatura la mezcla ideal de fortaleza y humanidad.
¿Es “Un monstruo viene a verme” su película más arriesgada?
No sé si la más arriesgada, pero sí la más compleja tanto a nivel técnico como a nivel narrativo. Es un filme muy especial, contado desde el punto de vista de un niño que pasa por una situación que no entiende y debe lidiar con personajes fantásticos en un contexto realista. Es una película grande, con efectos visuales increíbles, pero su base es una historia pequeña e intimista. Es la historia de un niño que busca su lugar en el mundo, que intenta entender de qué va la vida, pero ni entiende ni le gusta la explicación que le dan. Confieso que es la película en la que más indefenso me he sentido durante el rodaje porque su historia era mínima, no tenía casi acciones, era muy psicológica y estaba llena de digresiones. El camino para llegar la esencia del relato no era fácil.
¿Qué cree que va a encontrar el espectador en ella?
Eso nunca se sabe. Sólo puedo decir lo que a mí me interesa como espectador, y me gustan las películas que me remueven por dentro, que me emocionan, que me hacen salir de mi zona de confort y reflexionar sobre quién soy. Me encantaría que mis filmes tuvieran ese efecto sobre el espectador. Lo intenté en “El orfanato” y “Lo imposible”, y me lo he vuelto a proponer en “Un monstruo viene a verme”.
¿Se quedaría con alguna escena de su película?
Me gusta mucho la última, en parte por cómo fue rodada. No le dimos a Lewis la separata de guión porque no quería que supiera cómo acababa la película. Quería que la primera vez que interpretara esa escena la viviera desde su experiencia, no desde la del personaje. Quería ver cómo le afectaba a nivel personal, y fue muy bonito. Para rodar esa última escena, Lewis tenía que entrar en una habitación, en un decorado que no había visto antes. Y fue increíble ver cómo reaccionaba ante las cosas que tenía alrededor. Estaba dentro de Conor, se estaba emocionando con las mismas cosas que su personaje. Cuando ruedas una película, esos momentos en los que se confunden realidad y ficción son increíbles. Un director debe intentar que lo que está delante de la cámara no sea pura puesta en escena, sino que sea algo real, que el actor y el público lo vivan con la misma intensidad con la que él lo concibió.
Si quieres saber más sobre la película visita el articulo que publicamos sobre el estreno de UN MONSTRUO VIENE A VERME.
La primera persona que me habló de ella fue Sergio G. Sánchez, guionista de “El orfanato” (2007) y de “Lo imposible” (2012). Me la regaló y, antes de leerla, mi agente de Los Ángeles me envió por correo electrónico el guión basado en ella. Fue entonces cuando decidí leerla y me pareció muy potente, muy emocionante y con muchos temas en común con mis otras películas. Inmediatamente después leí el guión, una adaptación muy fiel que había hecho el propio Patrick Ness, y empecé a considerar la posibilidad de hacer la película.
¿Cuáles eran esos temas que le interesaron y que ya había tratado en otras ocasiones?
Uno era la relación entre madres e hijos, un tema que he abordado en todos mis largometrajes intentando aportar cada vez nuevos enfoques y matices. Otro, la cercanía de la muerte ante una experiencia muy difícil e intensa. Estaba en “El orfanato”, donde la protagonista tenía a su hijo enfermo. Estaba en “Lo imposible”, donde la tragedia envolvía a los personajes. Y está en “Un monstruo viene a verme”, donde el niño protagonista debe hacer frente a la enfermedad terminal de su madre. Y otro tema importante que también está en mis otras películas es la infancia, en concreto la obligación de hacerse mayor a marchas forzadas ante una experiencia que te revuelve y hace que reconsideres tu vida.
Su película habla también del arte de contar historias, reivindica de alguna manera una tradición oral que desgraciadamente se está perdiendo.
Del arte de contar historias y del arte en general. Hay algo de luz en la historia que viene determinado por esa idea de que el arte cura, de que el arte trasciende y es la única cosa que puede vencer a la muerte. Y yo quería vencer a la muerte al final del relato. Quería ir más allá de la historia del niño que pierde a su madre, que ya era una historia muy interesante de por sí.
¿Estuvo Patrick Ness desde el principio de acuerdo con ese cambio?
Sí, sí. Además de un gran escritor, es una persona abierta a sugerencias. Entendió perfectamente que ese paso era importante para la película, que nos permitía explorar, sin dejar de ser muy fieles al libro, una serie de temas interesantes que enriquecían la historia. Con esta película me he propuesto que el espectador vuelva a descubrir el placer de escuchar relatos. “Un monstruo viene a verme” no sólo reflexiona sobre las historias, sino también sobre nuestra necesidad de entender el mundo a través de ellas. Hay algo emocionante en llegar al corazón de esa idea y hacer que el espectador participe de ella, que se emocione viendo a un niño dibujar o descubriendo una película antigua. De hecho, hay una escena en la que Lizzie pone a su hijo en un viejo proyector “King Kong” (King Kong, Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933).
Aunque no es el tema central, “Un monstruo viene a verme” habla del cáncer. ¿Cómo se planteó abordar un tema tan delicado?
La novela ya estaba muy bien documentada, pero hicimos un trabajo riguroso de investigación y nos reunimos con especialistas y con personas que habían sufrido la enfermedad. Algunos de nosotros la habíamos vivido muy de cerca y aportamos también nuestras experiencias personales. Deseábamos abordar el tema con la mayor delicadeza y sensibilidad posible porque somos muy conscientes de que, por desgracia, es una enfermedad que afecta a muchísimas personas. Aun así, creo que es importante subrayar que “Un monstruo viene a verme” no es un filme sobre la enfermedad, sino sobre cómo lidiamos con la pérdida.
Hábleme del personaje de Conor (Lewis MacDougall), el niño protagonista.
Es el personaje más complejo al que me he enfrentado nunca. No sólo porque tenga muchas capas y aristas, sino porque no es un personaje fácil. Conor no es el típico niño encantador, accesible y empático que te seduce con facilidad. Es hermético, tiene la mirada triste y a veces reacciona con agresividad. Entenderle, llegar hasta su corazón y compartir con el espectador nuestra visión del personaje no era tarea sencilla. Por suerte, la extraordinaria interpretación de Lewis MacDougall, el actor que le da vida, nos allanó muchísimo el camino. Vimos a cientos de niños para ese papel, pero cuando le conocimos supimos al instante que él era Conor: su misterio, su mirada, su mezcla de dulzura y dureza. Es un actor inmenso, no tengo palabras para describir lo que hace en “Un monstruo viene a verme”.
¿Por qué decidió contar con Felicity Jones y Sigourney Weaver para dar vida, respectivamente, a la madre y a la abuela del protagonista?
A Felicity Jones la descubrí en “Like Crazy” (Drake Doremus, 2011) y, además de parecerme una actriz extraordinaria, me cautivó la inocencia y la vulnerabilidad que transmitía. Ambas cosas eran perfectas para su personaje en “Un monstruo viene a verme”. Es como un ángel, y tiene una dulzura que me permitía conservar la belleza del personaje de la madre hasta el final, mantener su calidez incluso cuando la enfermedad se cebaba con ella. Felicity es una mujer extraordinaria, y valoro que estuviera tan abierta a probar cosas y jugar en el set porque es algo muy importante cuando ruedas con niños, para los que a veces todo es un juego. En cuanto a Sigourney Weaver, ¿qué puedo decir? Es una actriz magnífica.
¿Qué convertía a Liam Neeson en el actor ideal para encarnar al monstruo?
Todo. No se me ocurre actor con una presencia y una rotundidad en los gestos, en la mirada y en la voz como él. Su trabajo en la película es extraordinario. Ha sabido aportar a nuestra criatura la mezcla ideal de fortaleza y humanidad.
¿Es “Un monstruo viene a verme” su película más arriesgada?
No sé si la más arriesgada, pero sí la más compleja tanto a nivel técnico como a nivel narrativo. Es un filme muy especial, contado desde el punto de vista de un niño que pasa por una situación que no entiende y debe lidiar con personajes fantásticos en un contexto realista. Es una película grande, con efectos visuales increíbles, pero su base es una historia pequeña e intimista. Es la historia de un niño que busca su lugar en el mundo, que intenta entender de qué va la vida, pero ni entiende ni le gusta la explicación que le dan. Confieso que es la película en la que más indefenso me he sentido durante el rodaje porque su historia era mínima, no tenía casi acciones, era muy psicológica y estaba llena de digresiones. El camino para llegar la esencia del relato no era fácil.
¿Qué cree que va a encontrar el espectador en ella?
Eso nunca se sabe. Sólo puedo decir lo que a mí me interesa como espectador, y me gustan las películas que me remueven por dentro, que me emocionan, que me hacen salir de mi zona de confort y reflexionar sobre quién soy. Me encantaría que mis filmes tuvieran ese efecto sobre el espectador. Lo intenté en “El orfanato” y “Lo imposible”, y me lo he vuelto a proponer en “Un monstruo viene a verme”.
¿Se quedaría con alguna escena de su película?
Me gusta mucho la última, en parte por cómo fue rodada. No le dimos a Lewis la separata de guión porque no quería que supiera cómo acababa la película. Quería que la primera vez que interpretara esa escena la viviera desde su experiencia, no desde la del personaje. Quería ver cómo le afectaba a nivel personal, y fue muy bonito. Para rodar esa última escena, Lewis tenía que entrar en una habitación, en un decorado que no había visto antes. Y fue increíble ver cómo reaccionaba ante las cosas que tenía alrededor. Estaba dentro de Conor, se estaba emocionando con las mismas cosas que su personaje. Cuando ruedas una película, esos momentos en los que se confunden realidad y ficción son increíbles. Un director debe intentar que lo que está delante de la cámara no sea pura puesta en escena, sino que sea algo real, que el actor y el público lo vivan con la misma intensidad con la que él lo concibió.
Si quieres saber más sobre la película visita el articulo que publicamos sobre el estreno de UN MONSTRUO VIENE A VERME.
Que ganas de ver la película...
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